1.- Si no cerramos los ojos a un mundo en el que se sigue ahondando la brecha entre pobres y ricos;Si miramos cómo crece la violencia en la juventud que nació del lado de los que pierden; Si observamos con dolor cómo, en lugar de tenderles la mano, los reprimimos porque nos dan cada vez más miedo; Si no podemos dejar de estremecernos con las cifras de la mortalidad materna e infantil; Si no nos permitimos olvidar el hecho atroz de que los niños mueran por enfermedades que pueden curarse, y por un hambre que puede saciarse si los países ricos no echaran al agua los alimentos para mantener sus precios; Si no podemos aceptar la realidad de que dejaremos un mundo invivible a nuestros hijos si seguimos dañando el planeta como lo hacemos hoy. Si no conciliamos con la hipocresía de quienes donan lo que les sobra y defienden con las uñas sus privilegios para seguir decidiéndolo todo. Si seguimos hablando claro y fuerte de todo esto: ¡Qué aguafiestas!
2.- Si una tiene el corazón a la izquierda nos aconsejan no decirlo, guardarlo para la intimidad y la nostalgia: “No se ve bien. Además, no existe más esa división absurda entre izquierdas y derechas desde que se cayó el Muro de Berlín.” Nada más falso. Lo que fracasó fue el socialismo autoritario, burocrático y estatista. Ser de izquierda es luchar contra las desigualdades que se pueden y deben evitar como dijo con razón el maestro Bobbio.
3.- Si una no se cree más ese cuento que el enemigo de mi enemigo es mi amigo; Si Chávez no me convence con su militarismo populista, autoritario e inflamado; Si Castro tampoco porque persigue desde siempre a quienes se le oponen. Si una mide con el mismo rasero las violaciones a los derechos humanos que ocurren en Venezuela, en Cuba, Zimbawe, Sudán o China y las bárbaras torturas de Abu Gharib o la situación en la que los Estados Unidos mantienen a los presos en Irak, Bagram en Afganistán y Guantánamo. Si una se comporta así, se vuelve una paria. Ya me lo han advertido: “Nunca se sabe cuándo vamos a necesitar de los dólares de Venezuela ¡Qué ingenua!”.
4.- Si una cree que la ética es fundamental en la política te miran como a un bicho raro, una especie en extinción;Si no coqueteas con quienes están dispuestos a engrasarte la mano para luego pasarte la factura, como lo han hecho siempre las y los políticos; si no quieres hipotecarte, diagnostican tu inminente fracaso por ausencia de realismo y exceso de candidez. “¿Y ésta, de dónde cree que sale la plata para financiar a los partidos? ¡No va a llegar a ninguna parte!”
5.- Y qué si creo en todo esto?¿Y cómo me sentiría si arriara las banderas que le dan sentido a estar en la política?: cambiar lo que está mal y causa sufrimiento injusto; crear las condiciones para que todas y todos podamos vivir con dignidad; respetar nuestra naturaleza y construir sociedades en las que nos tratemos como iguales y con respeto. Definitivamente, prefiero desafinar. La libertad la he pagado siempre cara y no la cambio por nada.
Autora: Lic. María Azucena Ysihuayla Ramos (mazyra@hotmail.com)