jueves, 16 de enero de 2014

EFECTO PIGMALION


COMENTARIO: En el mundo de la empresa, el Efecto Pigmalión  significa que todo jefe tiene una imagen formada de sus colaboradores y les trata según ella;  lo más importante es que esa imagen es percibida por el colaborador aunque el jefe no se la comunique. De tal manera que cuando es positiva, todo va bien, pero cuando es negativa, ocurre  lo contrario.

Por eso  uno de los retos básicos de la dirección consiste en sacar lo mejor de los colaboradores directos, algo especialmente importante en los colaboradores en que menos se confía. Los directivos no suelen tener problemas para trabajar con los de alto rendimiento, ésos que habitualmente se hacen cargo de los problemas, que están abiertos a cambios, que proponen buenas y nuevas ideas, que están capacitados y que tienen un fuerte compromiso.

 Sin embargo, es distinto cuando los colaboradores no tienen esa actitud. Entonces las cosas se complican. La experiencia demuestra que los jefes suelen tratar a los colaboradores de bajo rendimiento de tal manera que, lejos de mejorar la situación, la empeoran.

La desconfianza inicial que el jefe tiene sobre un colaborador es el detonante del problema y tiene más que ver con la actitud percibida que con su aptitud. Pero esta pérdida de confianza desencadena un círculo vicioso difícil de romper. Una vez que se comienza a dudar de un empleado, las situaciones ambiguas son interpretadas negativamente. Es decir, los jefes ven lo que esperan ver, y ocurre lo que piensan que va a ocurrir.

 El problema no está sólo en las percepciones selectivas del jefe, sino también en su conducta. Suelen insistir en controlar los trabajos y pasan por alto los éxitos de estos colaboradores, e incluso los atribuyen a la suerte. Además, tienden a situar a los empleados de bajo rendimiento ante un dilema insoluble. Les asignan las tareas más rutinarias y fáciles de ejecutar, sin casi recursos y les limitan la autonomía y les talan las posibilidades de destacar. Al final, el colaborador ha captado las expectativas negativas del jefe y efectivamente su rendimiento se resiente y el jefe refuerza su propia imagen.

Han oído hablar de la profecía que se auto realiza?.  Ésta nos enseña que el poder de lo que esperamos de otra persona es tan grande que por sí mismo puede condicionar su comportamiento. Lo que creemos que un colaborador es capaz de hacer, aunque no se lo digamos, resulta decisivo para su comportamiento y evolución.

Moraleja: conviene ser un  poco Pigmalión y hacer un esfuerzo por tener una percepción positiva de los colaboradores, mostrarles afecto y está  asegurado  que su rendimiento  sorprenderá, y así logrará desarrollar a su organización.

 

COMENTARIO:

En el mundo de la empresa, el Efecto Pigmalión  significa que todo jefe tiene una imagen formada de sus colaboradores y les trata según ella;  lo más importante es que esa imagen es percibida por el colaborador aunque el jefe no se la comunique. De tal manera que cuando es positiva, todo va bien, pero cuando es negativa, ocurre  lo contrario.

Por eso  uno de los retos básicos de la dirección consiste en sacar lo mejor de los colaboradores directos, algo especialmente importante en los colaboradores en que menos se confía. Los directivos no suelen tener problemas para trabajar con los de alto rendimiento, ésos que habitualmente se hacen cargo de los problemas, que están abiertos a cambios, que proponen buenas y nuevas ideas, que están capacitados y que tienen un fuerte compromiso.

 Sin embargo, es distinto cuando los colaboradores no tienen esa actitud. Entonces las cosas se complican. La experiencia demuestra que los jefes suelen tratar a los colaboradores de bajo rendimiento de tal manera que, lejos de mejorar la situación, la empeoran.

La desconfianza inicial que el jefe tiene sobre un colaborador es el detonante del problema y tiene más que ver con la actitud percibida que con su aptitud. Pero esta pérdida de confianza desencadena un círculo vicioso difícil de romper. Una vez que se comienza a dudar de un empleado, las situaciones ambiguas son interpretadas negativamente. Es decir, los jefes ven lo que esperan ver, y ocurre lo que piensan que va a ocurrir.

 El problema no está sólo en las percepciones selectivas del jefe, sino también en su conducta. Suelen insistir en controlar los trabajos y pasan por alto los éxitos de estos colaboradores, e incluso los atribuyen a la suerte. Además, tienden a situar a los empleados de bajo rendimiento ante un dilema insoluble. Les asignan las tareas más rutinarias y fáciles de ejecutar, sin casi recursos y les limitan la autonomía y les talan las posibilidades de destacar. Al final, el colaborador ha captado las expectativas negativas del jefe y efectivamente su rendimiento se resiente y el jefe refuerza su propia imagen.

Han oído hablar de la profecía que se auto realiza?.  Ésta nos enseña que el poder de lo que esperamos de otra persona es tan grande que por sí mismo puede condicionar su comportamiento. Lo que creemos que un colaborador es capaz de hacer, aunque no se lo digamos, resulta decisivo para su comportamiento y evolución.

Moraleja: conviene ser un  poco Pigmalión y hacer un esfuerzo por tener una percepción positiva de los colaboradores, mostrarles afecto y está  asegurado  que su rendimiento  sorprenderá, y así logrará el desarrollo de su personal.
Pizarro  Carrasco, Zoila