Algunas cifras están mostrando una situación que no se veía desde hace mucho tiempo. En los dos primeros meses del año las exportaciones cayeron 19,3% con respecto al año anterior y las importaciones siguieron creciendo.
La balanza comercial, la diferencia entre exportaciones e importaciones, fue negativa en US$ 834 millones. Es decir, compramos al extranjero más de lo que vendemos. Una señal de alarma.
Las crisis
En el Perú hemos tenido varios períodos de crecimiento en el último siglo, y todos terminaban siempre en una crisis similar. El problema radicaba en que el crecimiento de la economía demandaba dólares para importar bienes de capital, insumos y productos de consumo. En algún momento los dólares no alcanzaban, porque las exportaciones, que son las que producen divisas, no crecían al mismo ritmo de las importaciones.
El resultado era un círculo vicioso de devaluación, inflación, paquetazos dictados por el gobierno de turno y una larga crisis.
Sin embargo, en los últimos años hemos tenido un crecimiento espectacular y sostenido en el tiempo, básicamente gracias a la minería que ha proporcionado los dólares necesarios para sustentar el crecimiento económico.
Las exportaciones totales en 1990 fueron US$ 3.280 millones. Dos décadas después, en 2012 eran US$ 45.639 millones, es decir catorce veces más.
Las exportaciones de minerales en 1990 eran US$ 1.480 millones, poco menos de la mitad del total. En 2012 habían crecido a US$ 25.921, es decir, se habían multiplicado por dieciocho y eran poco más de la mitad del total.
Ahora las cosas están cambiando. Esta semana el Banco Central de Reserva redujo su pronóstico para el superávit comercial del 2013 de US$ 2.900 millones a US$ 800 millones. Y el próximo año se estima que habrá déficit.
No tenemos una crisis a la vuelta de la esquina, hay US$ 67.000 millones en reservas, pero el futuro viene complicado.
Conga en el peor momento: La tremenda ineptitud del gobierno de Ollanta Humala en el manejo del conflicto fue, por supuesto, parte fundamental del problema.
Y ocurrió en el peor momento imaginable, cuando asomaba la crisis internacional con la consecuente caída en la demanda y los precios.
Pero además, la paralización fue un pésimo ejemplo que incentivó a otros grupos antimineros en el resto del país a tratar de bloquear, casi siempre con éxito, otros proyectos mineros.
De hecho, en Cajamarca, dos grandes proyectos mineros que estaban en etapas preliminares, Michiquillay y Galeno, ya despidieron al 90% de sus trabajadores y esperarán mejores tiempos.
La paralización de esos tres proyectos mineros está golpeando la economía de Cajamarca, departamento que recibió 2.900 millones de soles por canon minero entre 2003 y 2011. Los próximos años el canon se reducirá a su mínima expresión.
El asunto es que esos 2.900 millones fueron mal utilizados, derrochados o robados por responsabilidad de los políticos y autoridades regionales y locales. En el futuro probablemente la pobreza volverá a aumentar en Cajamarca.
Pero al igual que Cajamarca, los sucesivos gobiernos en el país no han aprovechado la bonanza para hacer las reformas necesarias en el Estado, en salud, educación, seguridad y tantas otras que se requieren.
Peor aún, ahora Humala pretende embarcarnos en una aventura peligrosa y cuyo fracaso ya ha experimentado el Perú, como la compra de Repsol.
Malas señales en muy mal momento.