Introducción
En el envejecimiento tiene lugar un deterioro funcional de los tejidos, órganos y sistemas del organismo, especialmente de aquellos que mantienen la homeostasis corporal y, consecuentemente, la salud del individuo, lo que supone una mayor morbilidad y mortalidad con la edad1. Estudios epidemiológicos han demostrado una pérdida de masa ósea a partir de la tercera década de la vida, tanto en hombres como en mujeres, momento en el que se alcanza el pico máximo de dicha masa ósea2, 3.
En un principio, esta pérdida de masa ósea va a afectar principalmente al hueso trabecular, pero en una fase posterior del proceso de envejecimiento también afecta al hueso cortical, siendo este hecho independiente de los cambios que tengan lugar en las hormonas sexuales2, 3, 4. No obstante, tras la menopausia, la osteopenia se acelera como consecuencia de la pérdida del papel protector de los estrógenos5.
Actualmente, se considera que el envejecimiento constituye un factor de riesgo primordial en la pérdida de masa y de resistencia ósea, que lleva como consecuencia un aumento de la incidencia de fracturas. Es más, la edad per se puede contribuir al aumento del riesgo de sufrir una fractura en relación con múltiples factores; algunos extraóseos, como las alteraciones neuromusculares relacionadas con la inmovilidad, el exceso de glucocorticoides y la insuficiencia renal (causante de un hiperparatiroidismo secundario debido al déficit de calcitriol)6. También hay que considerar en este contexto los cambios metabólicos que tienen lugar con la edad en el propio tejido óseo, como: 1) la peor calidad...
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