Hay varias cosas, maestro, que es preciso comentar.
La primera: se nos fue el viejo; el maestro, quizá más que en poesía, en vida consecuente. Es bacán morir así. Sin traicionarse. Y parece facil ¿no?. Sólo ser un hombre bueno. Pero qué difícil es. Qué difícil. Alguna vez leí un verso que iniciaba un poemario cuyo nombre era "POESÍA CLANDESTINA" . No recuerdo el autor.
El verso decía: No me vendo porque nadie puede pagar mi precio. Después leí un poema de Neruda que le pedía al aire que no se vendiera, el agua se vendió y lo embotellaron, decía, la luz se vendió y lo metieron en alambres (creo que soy muy inexato en estas citas que las estoy haciendo de memoria, pero el espíritu de esos versos está allí).
Mario Benedetti no se vendió jamás. Coincidió su accidentada estadía en Lima con parte de mis años en San Marcos y fui un asiduo lector suyo en una columna que tenía en Expreso, Beneditti estuvo lamentablemente cuando las fuerza derechistas arrinconaban a Velasco y con él a los escritores de izquierda entre los que estaba el uruguayo que venía deportado, creo, o huyendo del dicatador de turno de su país. Leí aquel lamento de amor ambivalente (como es el verdadero amor) exhibido en coloridos carteles por los vendedores ambulantes de libros en las calles de Lima en donde le decía a la bella, que estaba jodido demostrando una vez más que no hay palabra antipoética cuando se le coloca en el lugar preciso.
Luego conocí por él unos versos de Nicolás Guillén que tuvo el acierto de colocar a manera de pórtico en su poemario
TRECE HOMBRES QUE MIRAN:
Mire la calle.
Cómo puede usted ser/
indiferente a ese gran río/
de huesos, a ese gran río/
de sueños, a ese gran río/
de sangre, a ese gran río?.
Y más tarde me topé con Pasatiempo, el título es feo maestro, es inadecuado para ser mas exactos, pero el contenido del poema es grande:
Cuando éramos niños/
los viejos tenían como treinta/
un charco era un océano/
la muerte lisa y llana/
no existía./
Luego cuando muchachos/
los viejos eran gente de cuarenta/
un estanque un océano/
la muerte solamentre/
una palabra./
Ya cuando nos casamos/
los ancianos estaban en cincuenta/
un lago era un oceano/
la muerte era la muerte /
de los otros./
Ahora veteranos/
ya le dimos alcance a la verdad/
el oceano es por fin el océano/
pero la muerte empieza a ser/
la nuestra.
Y así he andado entre los versos de este viejo lindo las más de las veces criticándolo un poco como para levantar mi autestima bastante venida a menos o para hacer alarde de alguna deplorable vanidad (como todas las vanidades). Porque el viejo daba pie para eso (para criticarlo) Si o no. Pero, también, maestro, permanecí en muchas ocasiones capturado por la sencillez de su poesía, accesible como el pan y nutricia como el pan, también. Poesía necesaria, nuestra, popular.
Y mejor me quedo aquí. Pero ¿sabes una cosa?. El viejo murió a los 88 años. Es casi seguro que Dios se enteró de aquella frase suya que transcribo a manera de punto final: "La muerte es una traición de Dios".
"Un abrazo poeta de cerros, caminos y montañas". Un abrazo. ¿Nos estamos quedando solos?
Gracias a Angel Gavidia
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NUNCA EL OLVIDO, BENEDETTI
Cada una de las cincuenta y dos semanas del año tiene lo suyo, un hecho que la marca para toda la historia; la que termina tiene un signo particular para todos los que de alguna manera nos identificamos con el canto latinoamericano, se nos fue Mario Benedetti, el poeta que supo cantarle al amor y a la libertad como pocos lo han hecho.
Dentro del mundo literario en medida variable, según el caso, un poeta es el lobo del otro poeta; hay quienes no conceden al uruguayo mayor peso literario. Cierto es, Benedetti se escapó de las rigideces del estilo formal, escribió de un modo coloquial, apegado a los elementos del diario vivir, con poco adorno poético, sin echar mano de los tropos, pero definitivamente con un sello de autenticidad que lo convierte en el poeta íntimo, el que entiende nuestros estados de ánimo cotidianos y se hermana con ellos; el que comparte con nosotros el tedio de una mañana en la vieja oficina, la incertidumbre de la amada que una mañana se fue sin decir una palabra, o el dolor más grande que marcó al poeta con fuego y para siempre, el de ver la patria devastada.
En su poesía “Ahora y Nada” se expresa para reconciliarse con el burócrata que vive con un salario que apenas le alcanza para lo más necesario, pero que aún así alberga sueños de vivir en un mundo distinto:
“Tengo un trabajo conjurado y denso/pero no importa, lo interrumpo/necesito una tregua con distancia/una paz despojada de ansiedades/un ocio sin escrúpulos de ocio….”
Para algunas generaciones Benedetti junto con Nicolás Guillén son un referente obligado para entender la lucha estudiantil que inicia poco antes de los años setentas, y se prolonga probablemente hasta la entrada de los noventas, con la caída del Muro de Berlín y la entrada de la Perestroika. Del inicio tenemos la figura imponente de Fidel Castro que en ratos se antoja como el moderno David que arremete contra el gigante y lo derrota. A su lado para hacerse inmortal a partir de que es fusilado, surge el ícono de las juventudes revolucionarias, el Ché Guevara al que a la vuelta del tiempo se le cuestiona respecto a su actuación como guerrillero, tornando su figura controversial. A lo largo del desarrollo de este período en el cual la nueva trova latinoamericana se constituye en un canto de libertad, vienen a consolidarse voces como la de la argentina Nacha Guevara, y los cubanos Silvio Rodríguez; Amaury Pérez y Pablo Milanés.
Las características de este estilo de canto de autor implican un compromiso social revolucionario de izquierda irrenunciable. Como el mismo Benedetti diría:
“Los poetas se encuentran en congresos/en saraos, en cárceles, en las antologías/unos cosechan loas en manuales de fama/otros son asediados por la casta censura./ Los poetas se encuentran en simposios/por la paz, pero nunca la consiguen/unos reciben premios/otros palos de ciego/son una minoría casual y variopinta.”
Uno de sus fragmentos en donde expresa ese dolor que parte el pecho en dos, esa impotencia que lleva a apretar los dientes hasta hacer que se ruedan las lágrimas frente al poder que aniquila impunemente, es “Desaparecidos” (de su libro Geografías, escrito desde lo que el propio poeta denomina su exilio zonzo) allí expresa:
“Están en algún sitio/concertados/ desconcertados/ sordos/buscá ndose/buscá ndonos/ bloqueados por los signos y las dudas/contemplando las verjas de las plazas/los timbres de las puertas/las viejas azoteas/ordenando sus sueños, sus olvidos/quizá convalecientes de su muerte privada.”
La prosa convierte a este polifacético artista en un narrador sabroso que nos lleva a través del tiempo y los estados de ánimo a toparnos de frente con esas paradojas que caracterizan el mal de amores, teniendo como telón de fondo una realidad social de la que nunca se sustrajo. “La Borra del Café “, antología de cuentos cortos, y “La Tregua”, novela llevada tiempo después a la pantalla grande, son dos buenos ejemplos de este relato desenfadado en cuya lectura no podemos dejar de identificarnos y esbozar una sonrisa de complicidad.
En uno de sus últimos libros, “El Olvido está lleno de Memoria”, el poeta nos conmina al olvido para subsistir, para no morir de melancolía, y dice:
”Cada vez que nos dan clase de amnesia/y nos conminan a borrar/la ebriedad del sufrimiento…
…El olvido está tan lleno de memoria/ que a veces no caben las remembranzas/ y hay que tirar rencores por la borda…..”
“No hay olvidadizos sino olvidadores, /ocurre que el pasado es siempre una morada/pero no existe olvido capaz de demolerla.”
Descanse en paz uno de los grandes a quien dedico un pequeño homenaje desde esta tribuna que hoy se ha llenado de su memoria, para nunca olvidarlo:
“Dicen que Mario Benedetti ha muerto,
yo sé que no es verdad,
los poetas no mueren.”
Dra. Maqueo.