Las herramientas de evaluación del paciente epiléptico a este nivel son la historia clínica, la neurofisiología y la neuroimagen básicas1,2.
El diagnóstico de epilepsia se basa en la existencia de crisis epilépticas, pero el diagnóstico de crisis epiléptica no condiciona un diagnóstico de epilepsia como enfermedad crónica. Así, un enfoque adecuado desde este nivel asistencial es primordial para evitar errores diagnósticos que condicionen tratamientos innecesarios.
Las crisis pueden ser de dos tipos: agudas sintomáticas o provocadas y no provocadas o remotas. En las primeras existe un proceso agudo simultáneo responsable de la crisis que puede ser sistémico (alteraciones metabólicas, tóxicos, fármacos) o neurológico (trauma o infección craneal,
ictus). Una crisis sin una causa aguda directa es una crisis remota.
Siempre debemos preguntarnos: ¿Se trata de una crisis epiléptica? ¿Es la primera? ¿Es una crisis provocada o remota? ¿Es epilepsia? ¿Cuál es el riesgo de recurrencia? ¿Debo iniciar un tratamiento?3,4.
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