PEDRO PAULET, el visionarioEn 1897, Paulet había ideado una nave espacial con motores cohete de combustible líquido. Así lo reveló en una carta publicada en “El Comercio” en 1927 cuando en Europa la Sociedad Astronáutica Alemana recién iniciaba sus investigaciones.
Por: Álvaro Mejía S*
La Basílica de Santa Rosa de Lima descansa imponente sobre el cerro San Cristóbal. Un rugido viene del cielo. Es el avión torpedo que describe un círculo por encima de ella y desciende sobre la laguna artificial formada al represar el río Rímac. Cuando se sumerge, las aguas regresan a su nivel y retorna la calma.La escena procede de la imaginación de Pedro Paulet. El avión torpedo lo ideó entre Francia y Bélgica, en el cambio del siglo XIX al XX, cuando Julio Verne vivía. El “Proyecto para la urbanización y embellecimiento del norte de Lima”, coronado por la iglesia de Santa Rosa en la cumbre del San Cristóbal, lo terminó en Holanda en 1932, en pleno auge de la ciencia ficción.Ciencia ficción, sí. Fantasía pura, no. El diseño del avión torpedo cautivó a los expertos aeroespaciales alemanes de fines de los 1920 por su sistema de despegue vertical, gracias a los motores cohete puestos en la base de su ala delta —ala que, al pivotar, permitía volar horizontalmente—. Infelizmente, los alemanes adaptaron los motores cohete para aplicarlos a los misiles V2 en la Segunda Guerra Mundial. Aunque, en 1969, los mismos científicos aplicarían esos principios en el Apolo 11, poniendo al hombre en la Luna.¿Una interoceánica?El proyecto urbanístico de Paulet tenía como núcleo el cerro San Cristóbal. De ahí saldrían tres carreteras: una hacia el Callao, como entrada para los visitantes extranjeros; otra hacia el Cusco —uniendo la antigua y la nueva capital del Perú—; y una tercera hacia la Amazonía para facilitar el poblamiento de nuestra selva por inmigrantes europeos. Esta vía se uniría con otra construida por Brasil para lograr una salida hacia el Atlántico.Paulet confiaba en que lo invertido en las obras sería superado largamente por los ingresos del turismo que atraería la Basílica de la Patrona de América y las Filipinas, Santa Rosa de Lima. Él la imaginaba como el monumento más grande del mundo, capaz de ser apreciada desde aire, mar y tierra. Teniendo al cerro San Cristóbal como pedestal, sería como la estatua de La Libertad para Estados Unidos. Como la aviación le daría al hombre un nuevo punto de vista, los monumentos —decía— deberían tener no solo armonía vertical, sino armonía horizontal. Creía que monumentos como la Iglesia de San Pedro en el Vaticano, el Museo del Louvre de París o el Palacio de Westminster en Londres, no resultaban favorecidos vistos desde el cielo.Un pioneroNacido en Arequipa, en 1874, Paulet fue educado por un sacerdote francés de la orden de San Vicente de Paul, Hippolyte Duhamel. Este descubrió su talento para el arte y la ciencia, y lo propuso para una beca en La Sorbona de París. Así, Paulet partió a Europa en un momento clave del desarrollo científico mundial, en el tránsito del siglo XIX al XX. Cuando el cine veía la luz, Paulet inventaba su motor-cohete. En 1902, mientras Georges Méliès estrenaba “Viaje a la Luna”, filme que se burlaba de los intentos del hombre por llegar a la Luna, el peruano firmaba el diseño de su nave espacial. De retorno al país, en la primera década del siglo XX, tomó parte del debate —con el sabio Federico Villarreal y otros— sobre qué aeronave militar le convenía más al Perú. Su proyecto de nave voladora no tuvo aceptación. Él lo guardó, sin embargo, para tiempos mejores. Estos llegaron en 1927 cuando El Comercio publicó un artículo elogiando el diseño de una nave espacial del científico Max Valier, de la Sociedad Astronáutica Alemana. Paulet, quien estaba en Europa, envió al diario una carta en la que explicaba por qué su nave era mejor que la de Valier. No tuvo eco en el Perú, pero en Alemania sí.El propio Max Valier proclamaría a Paulet pionero de la era espacial. La Sociedad Astronáutica Alemana le propuso construir su nave. Paulet quiso traerlos al Perú. Sin embargo, debido al crac de 1929, Valier buscó el financiamiento del político de moda, Adolph Hitler. Paulet prefirió alejarse. Ya era tarde: los alemanes perfeccionaron el motor-cohete y fabricaron los misiles de guerra V2. Después, trabajando para la NASA, aplicaron esos mismos principios en sus naves espaciales.Ninguno de los grandes proyectos que Paulet desarrolló para el Perú fue puesto en práctica. Nuestro científico murió en 1945 sin ver al hombre pisar la Luna. Pero estamos seguros de que su espíritu estuvo ahí, alentando ese gran salto para la humanidad.La deuda con PauletEn 1969, cuando el hombre pisó la Luna, Frederick Ordway III, historiador de la NASA, afirmó que no había pruebas de que Paulet hubiese inventado en 1897 el motor-cohete de combustible líquido con el que fue posible la hazaña. Entonces fue reconocido como pionero el norteamericano Robert Goddard. Se decía, incluso, que Goddard habría sido copiado por los alemanes para los diseños de los misiles V2. Sin embargo, esto último ya fue descartado e importantes autores reconocen hoy que Paulet fue el primero que habló del ácido pícrico como combustible líquido y del sistema para que este corriera por el motor. Otros ven en su diseño del avión torpedo un antecedente del transbordador actual. Finalmente, la NASA le ha rendido más de un reconocimiento, pero la ponencia de Ordway sigue circulando en Internet. Ya es hora de saldar la deuda que la historia tiene con Paulet.Miembro del Instituto de Estudios Históricos Aeroespaciales de la FAPhttp://www.elcomercio.com.pe/impresa/notas/paulet-visionario/20090426/278402
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