miércoles, 20 de mayo de 2009

MEDICINA ENTRE LO MICRO Y LO MACRO




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Un cabello humano tiene un grosor de entre 17 y 181 µm o micras, según las razas, y bien puede considerarse como el límite inferior de lo observable y de la escala humana. Desde los orígenes de la especie, el ser humano se ha desenvuelto entre los límites de un pelo y unas cuantas decenas de kilómetros, los que podía recorrer a pie en una jornada o contemplar a lo lejos desde una buena atalaya. Digamos que nos hemos movido en apenas 10 órdenes de magnitud, los que van entre unas pocas decenas de micras (10-5 metros) y un centenar de kilómetros (105 metros). Este ha sido nuestro limitado radio de acción hasta que, por un lado, se ha podido observar el micromundo con microscopios cada vez más potentes y aventurarse por el mundo subatómico; y, por otro, las tecnologías espaciales han permitido viajar hasta la Luna y tomarle medidas al Universo. La ciencia ha disparado los órdenes de magnitud del mundo cognoscible hasta una escala de proporciones inhumanas. O dicho de otro modo: no somos (casi) nada. Y en ese “casi” estamos.

Con una herramienta tan espectacular como es Google Earth podemos hacer un zoom virtual que nos lleva desde la contemplación de la Tierra a vista de pájaro hasta nuestra propia casa. En unos pocos segundos hemos hecho un viaje virtual de ocho órdenes de magnitud: desde un campo de visión de un centenar de miles de kilómetros al metro de anchura de la puerta de nuestra casa. Pero eso no es nada comparado con los 1026 metros (un 1 seguido de 26 ceros) que mide el universo observable o los 10-18 metros que mide un electrón. Y dentro del átomo hay otro universo inimaginable: los físicos de las supercuerdas teorizan que el tamaño teórico de una cuerda sería de 10-35. ¿Qué hay más allá? Dejaremos la pregunta aparcada por improcedente, porque probablemente es una trampa del lenguaje, del acá y el allá de la escala humana. Aunque para las matemáticas estos 60 órdenes de magnitud no son nada, lo cierto es que el conjunto de las disciplinas científicas se mueven entre estos límites, repartiéndose la escala como buenas hermanas. De lo muy grande a lo muy pequeño, o si se quiere, de arriba abajo, se sitúan la cosmología; después, las ciencias ambientales; le siguen las ciencias sociales, que se mueven en una escala humana propiamente dicha; a continuación, las neurociencias, entre lo social y lo psicológico; luego, la biología, que llega hasta los confines de la química, y finalmente, la física, que se desliza hacia lo infinitesimal con la física de partículas y cerraría el círculo con la astrofísica.

¿Dónde se sitúa la medicina en esta escala de las ciencias? En cierto sentido puede considerarse que toda la biología es química y que toda la química es física. Sin embargo, la medicina no se ajusta bien a estas categorías inclusivas. Aunque se fundamenta en muchas disciplinas científicas, desde la antropología a la biología molecular, no es exactamente una ciencia, y quizá por eso se mueve como pez en el agua a lo largo de toda la parte central de la escala

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