“Nadine, sin vergüenza”… Por: Juan Silva Vidaurre
May 02, 2016peruinformaOpinión6
Una de las mujeres peruanas que pasará a la historia no precisamente por haber destacado en algo, ni haber ganado aunque sea una rifa, es Nadine Heredia Alarcón, la arpía personificada en ella.
Esta nefasta mujer, se burló no solo del marido, se ha burlado de los ministros, de los congresistas, se ha burlado de nuestras leyes, de los peruanos; ha usurpado estrados, se ha ubicado en lugares donde todos se preguntaban qué hacía allí.
Como socia fundadora del Partido Nacionalista, Nadine Heredia, reclamó –desde un primer momento– su espacio en la gestión gubernamental.
Quienes dudaban de su poder en la toma de decisiones de Estado se convencieron de ello la noche del 14 de julio, cuando Panoramadifundió un audio en el que el ministro de Defensa, Pedro Cateriano, le confiesa a un interlocutor no identificado que había recibido luz verde de su patrona Nadine para la compra de material para las FF.AA.
Es tal el protagonismo de la primera dama que, en las encuestas y en las calles, la gente tiene la idea de que existe un cogobierno.
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Nadine Heredia, con sus cómplices algunos investigados, por ahora, y que será ampliado en el futuro cercano, tejió su telaraña de corrupción desde antes que llegara al poder y lo acrecentó una vez en él. Vio en la postulación una opción para hacer negocio y vaya que sí lo hizo. Ella se dio maña para manejar los aportes con su hermano Ilán, y si hay que destacarle algo es que por ser minuciosa en anotar los números de cuentas, montos, claves, cuentas y otros, nos permitirá conocer todo su abanico de latrocinios, se podrá aprehender a toda esta gavilla de sinvergüenzas que han hecho fortunas.
Destruyó el gobierno de su marido, un pobre hombre sometido por su cónyuge, ella no se perdió ningún estrado, dejó atrás a las ministras, era ella la que encabezaba manifestaciones públicas teniendo como simples accesorios a las titulares de los pliegos.
Ella destruyó su bancada, destituyó ministros, eligió todo el tiempo a quiénes deberían presidir el congreso. Piso a viejas amigas y colaboradores, alejó con maldad a Marisol Espinoza, impuso a sus amiguitas allegadas y todo esto ante la mirada cómplice del Presidente del Perú. Papelón mundial.
Esta mujer de mirada picara, de rostro frío, de carita de ratón, apegada a las ropas finas, de sonrisa fácil y falsa que gusta de perfumes caros, carteras de tres mil dólares; esta frívola dama que manejó el país a su antojo zurrándose en todos, debe estar viviendo sus últimos días de poder; a pesar que está investigada, que va a dejar el gobierno en unos meses, sigue su labor de incendiaria con mensajes en las redes que dan asco leerlos, interfiriendo en un proceso electoral donde ambos debieran estar callados, neutrales. Pero cómo pedirles algo que desconocen: la decencia.
i Imelda, puede con Nadine, ella resume todo lo negativo, es más, las supera. Nadine ha destruido a su esposo a quien suponíamos el presidente, deja un recuerdo negro, apestoso, salido de cloacas.
Es calculadora, fría como huevo de monumento, como lápida invernal, no tiene llenura, no escatima nada, traiciona a quienes latrocinaron con ella, ahora, el gil, el esposo vapuleado por Nadine se echa la culpa de las agendas, una burla más a nuestra inteligencia, él quiere aparecer como responsable para sacarle las castañas del fuego a su consorte. Ese cuento, tan mal contado, será su sepultura, ningún juez que se precie de serio y profesional permitirá admitir la nueva explicación de las mil veces negadas agendas que luego admitieron.
Nadine, si hay justicia, debe ir presa, luego que se culminen las investigaciones y el proceso que debe darse si entra un candidato que no negocie con ella, al contrario, que brinde su apoyo para que sea libremente investigada.
Se va ni con pena y menos con gloria, se va erguida, y seguro luciendo su dentadura, pero abrumada por su paso nefasto, no queda ningún recuerdo digno de destacar, nada relevante. Sí de su caminar opaco, gris, de sus uñas largas, de sus traiciones, de su inmoral conducta de la que nadie duda.
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