Si Fujimori está en la cárcel porque se presume que tenía que estar al tanto de las matanzas de La Cantuta y Barrios Altos, Alan García debió ir a la cárcel por las matanzas de terroristas rendidos en dos cárceles de Lima en 1986, un acto de barbarie que García, siguiendo la teoría aplicada a Fujimori, según la cual “dado su poder, tenía que saberlo”, no podía ignorar, y siguiendo la teoría de que los delitos de lesa humanidad no prescriben.
El gigantesco daño que García le hizo al Perú en su primer gobierno no se compensa con los precarios y dudosos beneficios de su segundo gobierno.
Es evidente que el primer gobierno de García empobreció a muchos más peruanos que aquellos a los que su segundo gobierno sacó de la pobreza.
Por mucho que hable bonito y baile como en carnaval, Alan García le ha hecho más daño que bien al Perú. Tal es la cruda realidad.
Alberto Fujimori está en la cárcel por los delitos que cometió cuando ejerció abusivamente el poder. No cabe duda de que Fujimori es culpable de los delitos que se le imputan. Sin embargo, creo que una pena de 25 años de cárcel a un hombre de 72 años equivale a cadena perpetua y es un castigo demasiado severo.
Fujimori fue un mafioso sin escrúpulos y no respetó las reglas mínimas de la democracia. Pero recibió un país en ruinas en 1990 y dejó un país infinitamente mejor en el 2000. Ganó la guerra al terrorismo y la guerra a la inflación. Como en toda guerra, cometió excesos criminales y mató a gente inocente y, por eso, es justo que ahora esté en la cárcel. Pero también es justo recordar que los crímenes que cometió fueron perpetrados porque el Perú estaba en una guerra civil (una guerra que el Perú estaba perdiendo), y esa guerra la había declarado un grupo terrorista (un grupo terrorista que, en el primer gobierno de García, estaba a las puertas de capturar el poder), y Fujimori tenía que ganar esa guerra para que el Perú pudiera vivir en paz y democracia, como vive hoy.
Siendo culpable de los delitos que se le imputan, y siendo justo que esté en la cárcel por ello, sería mezquino negar que, hechas las sumas y las restas, y a diferencia de Alan García, Fujimori le hizo más bien que mal al Perú, y que el Perú de 1990 era el caos puro, mientras que el Perú del 2000 era ya un país encaminado en la senda de la modernidad.
Yo no le creo nada a Alejandro Toledo porque no puedo creerle a un hombre que es capaz de negar a su propia hija como Toledo la negó del modo más cobarde y canallesco. Sin embargo, sería injusto negar que Toledo, a pesar de sus miserias personales, consiguió que el Perú se mantuviera en la senda de la prosperidad y tuvo el mérito de elegir buenos colaboradores y aplicar una política económica razonable.
No habiendo sido un mal presidente, creo que Toledo debería haber pasado una breve temporada en la cárcel por decirles a los jueces que su hija no era su hija. Mentirle a un tribunal de justicia es un delito, y Toledo cometió ese delito.
Fernando Belaunde fue un virtuoso de la política, un hombre decente e insobornable, un orador inspirado que rozaba la poesía cuando hilvanaba las palabras con fiebre hechicera, y un gobernante moderado, prudente y conciliador. No fue un gran gobernante, pero fue un gran presidente. Cometió no pocos errores, pero ninguno estuvo dictado por la mezquindad o la prepotencia. Fue, sin duda, el político mejor dotado de su generación, como Haya de la Torre fue el más brillante político de su tiempo y como Alan García ha sido, con diferencia, el mejor político de su generación (aunque sin el vuelo intelectual de Haya ni la decencia de Belaunde, pero con un instinto depredador para seducir a las masas con su verbo inflamado).
Fernando Belaunde me dijo una vez, hace muchos años: “Si usted se lo propone, podría ser presidente del Perú”. Pensé que estaba bromeando. Ahora creo que hablaba en serio.
De todos los políticos que he conocido, peruanos y extranjeros, ninguno me ha impresionado tanto como Belaunde. Era superior. Era noble. Era como un rey exiliado. Era triste, soñador, melancólico, un hombre enamorado de su país.
Haya de la Torre fue un brillante agitador intelectual y un orador hipnótico, pero nunca quiso de veras ser presidente. Tuvo miedo de ser presidente.
Vargas Llosa no llegó a ser presidente porque su vocación de escritor conspiró minuciosamente contra sus ambiciones políticas y porque siempre pareció que tenía más afecto por las ideas que por las personas.
Alan García será probablemente tres veces presidente del Perú, a no ser que la obesidad le eche a perder ese sueño. Es, sin duda, un virtuoso de la política, pero en su concepción más pequeña: un virtuoso del embuste, de la intriga, de la manipulación, un virtuoso en el arte de seducir a sus enemigos y neutralizarlos, un virtuoso en advertir con lucidez los caminos que conducen al poder. No creo que sea una persona confiable: no confío en los hombres que se pintan las canas, como se las pinta García.
El próximo año hay elecciones presidenciales en el Perú. Diez años de Fujimori, cinco de Toledo y cinco de García han encaminado al Perú en la senda de la prosperidad. No poco se ha avanzado. Sin embargo, uno no sabe todavía si el Perú quiere ser como Chile o como Venezuela, y las elecciones de 2011 nos darán la respuesta.
Veo con optimismo el 2011. Hay un puñado de candidatos que quieren que el Perú sea como Chile y solo uno que quiere que sea como Venezuela.
Luis Castañeda ha sido un buen alcalde de Lima y sería un presidente laborioso y eficaz. Se ha ganado el aprecio de los peruanos por su obstinada dedicación al servicio público y por construir obras que han mejorado la vida de los pobres.
Lourdes Flores ha perdido dos elecciones presidenciales, pero no ha perdido la lealtad a su partido, a sus ideas y a su vocación política. No acompaño a quienes la subestiman. Creo que, paradójicamente, las derrotas, y no el ejercicio del poder, han demostrado que tiene madera de estadista.
Keiko Fujimori es una mujer prudente, una persona juiciosa y, siendo todavía joven, revela ya la sagacidad y la experiencia de alguien que ha sido curtida por la ferocidad de las batallas por el poder. La considero mi amiga y admiro el coraje con el que defiende a su padre. El gran desafío de Keiko es convencer a los peruanos de que, si gana la Presidencia, será ella y no su padre quien gobernará el país. Yo creo que Keiko es una buena persona y que, si fuese presidenta, mantendría al Perú en la senda de la modernidad.
Aunque no podría ser amigo de Alejandro Toledo porque no le creo una palabra, ha demostrado que tiene las ideas claras y que su modelo de desarrollo es Chile, Uruguay, Costa Rica y, en ningún caso, Venezuela o Cuba. Si consiguiera la proeza de ser elegido presidente nuevamente, el Perú seguirá por el camino del crecimiento económico y de la estabilidad democrática.
Jorge del Castillo me parece un político ejemplar: es un demócrata probado. Ha sido leal a su partido en los tiempos más contrariados (aquellos tiempos en los que no pocos revelaban una natural propensión a la perfidia y la felonía) y ha ejercido el poder con sensatez y espíritu tolerante. Espero que sea el candidato de su partido. Sería un buen presidente, mejor que Alan García.
Pedro Pablo Kuczynski es un político brillante, sereno, bien informado, ducho en los enredos de la economía y, a pesar de su edad avanzada, generoso en su intención de seguir trabajando por los más pobres cuando podría estar disfrutando de una jubilación próspera y sedentaria. Sin duda, tiene la experiencia y las aptitudes para ser un magnífico presidente.
Tenemos, entonces, seis candidatos presidenciales que, unos mejores que otros, nos garantizan que, de ganar, harán su mejor esfuerzo para que el Perú sea más como Chile y menos como Venezuela. Eso ya es alentador.
Sólo hay un candidato, Ollanta Humala, que quisiera que el Perú sea más como Venezuela o como Cuba y no como Chile o Uruguay. Humala es una buena persona con malas ideas, un hombre bien intencionado pero confundido. Si ganara la Presidencia, desviaría al Perú del camino de la prosperidad y seguiría el modelo venezolano, que está reñido con la libertad y el progreso. No se puede ser un demócrata y admirar a un golpista como Chávez. No se puede ser un demócrata y admirar a un dictador como Fidel Castro. Humala admira a Chávez y a Castro.
Parecería una buena señal que seis de los siete candidatos mejor ubicados en las encuestas nos garanticen que, de ganar, el Perú irá bien, seguirá avanzando.
Luego, más abajo, sacando la cabeza de las aguas turbias de la política y tratando de aprender a nadar en ellas, vengo yo, apoyado generosamente por José Barba y con Enrique Ghersi como vicepresidente de lujo.
La gran diferencia entre los seis candidatos que defienden el modelo económico de los últimos veinte años y mi eventual candidatura presidencial es la siguiente: yo también apoyo las líneas básicas del actual modelo económico (aunque creo que es urgente hacer reformas sustanciales a favor de la educación de los más pobres), pero ellos son, en esencia, conservadores, antiliberales, clericales, pro militares, mercantilistas, la vieja derecha peruana apoyada por las sotanas y las bayonetas, y Enrique Ghersi, Pepe Barba y yo queremos que los peruanos dejen de ser pobres, sí, por supuesto, y, al mismo tiempo (y aquí está la gran diferencia con los demás candidatos), que seamos más libres para elegir nuestro destino personal.
Yo defiendo la libertad de una mujer adulta para abortar, defiendo el Estado laico, defiendo que las minorías sexuales tengan los mismos derechos que los heterosexuales, defiendo despenalizar el consumo de drogas entre adultos, defiendo el derecho de los niños más pobres a ser educados igual de bien que los niños más ricos (y para eso hay que gastar menos dinero en militares y armas de guerra y más dinero en educación pública).
En temas de libertad individual y moral personal, Castañeda, Lourdes, Keiko, Toledo, Del Castillo y Kuczynski son básicamente conservadores y antiliberales, y ya lo veremos cuando llegue la hora del debate y el cotejo de ideas. Ellos quieren que el Perú sea como Chile en lo económico: yo también. Pero yo quiero que seamos como España en las grandes reformas de libertad personal (Estado laico, aborto, bodas gay, consumo de drogas), y ellos claramente se oponen a esas reformas liberales y defienden el viejo modelo conservador y antiliberal.
Por eso, mi eventual candidatura, enriquecida por las ideas de José Barba y de Enrique Ghersi, tiene un sentido moderno, liberal, contestatario, y encierra un mensaje de protesta contra la intromisión del Estado en la libertad personal: porque no basta con defender la libertad en la política y la economía; también hay que defenderla (y principalmente) en el ámbito de la moral individual
YA QUE NUESTRO AMIGO JAIME BAYLY NO PERMITE COMENTARIOS EN SU BLOG ESTE ARTICULO LO PUEDEN COMENTAR AQUI Y SIN NINGUN PROBLEMA.
COMENTARIO PERSONAL:
Usted Sr Jaime Bayly se burlo de la población peruana ya que cobardemente huyo de la responsabilidad de ser candidato presidencial aduciendo problemas personales. Pero en esencia es solo un motivo que la mayoria de la gente piensa y es INCOMPETENCIA para el cargo.
Además para mi Sr. Bayly Usted no se iguala al nobel Vargas Llosa que si tubo las agallas de ser candidato presidencial.