Ser pediatra no sólo es ser médico de
niños, de verdad significa muchas, tantas cosas.
Significa sentir en el alma, como si fuera propia, esa fragilidad
del niño que viene buscando ayuda en brazos de preocupados, angustiados padres
que depositan sus esperanzas en tu ciencia
y experiencia – que serán puestas a prueba, a veces al límite –
pues eres a quien confían lo más preciado para ellos: sus hijos.
Es saber sobreponerse al dolor de ver
llorar, quejarse, sufrir a alguien pequeño, tan vulnerable mientras buscas en tu
mente la solución del rompecabezas, dedicando incluso tus horas libres a
buscar la manera de hacer más… Y es que son tan frágiles criaturas,
que se siente como si tuvieras entre tus dedos una mariposa herida sabiendo que
cualquier cálculo errado, cualquier movimiento en falso puede dañarla en su
bella y perfecta integridad y armonía para siempre.
Es aprender a tolerar el llanto mientras
tratas de auscultar o escribir la historia, el vómito intempestivo que te
salpica el mandil, los chorros sorpresa de orina del paciente que examinabas, la
tos o estornudo en la cara, las patadas que te dan mientras tratas
de verles el oído o la garganta y mientras reniegas de tu suerte,
de repente asoma como una flor la sonrisa del niño,
ese gorjeo de pajarito lindo, el balbuceo coronado
con una hilera de dientes que te hacen olvidar todo,
hasta el cansancio y te dan ganas de hacerle cosquillas a esa barriga o
apretarles los cachetes nada más porque se siente tan bien estar en contacto con
un ser tan inocente y puro que te hace recordar que no eres un dios, sino
el más humano de todos los seres y tu razón de estar ahí es por él
o por ella.
Ser pediatra es aprender a recibir en la
mejilla el beso húmedo, con pegoste de caramelo o chocolate que tu paciente te
dio antes de irse, sostenerlo en tus brazos cuando escuchas que
llora y no hay quien lo cargue y hasta a veces darle
de comer mientras su mamá llega apurada. Es aprender a entender a los padres, a
consolarlos, a enseñarles, a escucharlos, a soportarlos y hasta
perdonarlos. A veces hasta llorar a solas compartiendo la pena y
el dolor ante lo inevitable mostrándose valiente y sereno luego aun cuando el
corazón se te estruja y parte.
Significa haber aceptado que en el fondo
de tu corazón de alguna manera guardas al niño o niña que fuiste,
como mágico Peter Pan que nunca creció sino que se hizo grande y
maduro pero está presente en cada sonrisa tuya, en cada gesto de amor y bondad
hacia tus niños. Es esa sensación que te arranca una sonrisa cuando miras irse a
casa a tu paciente ya recuperado, mientras mueve su manito
diciéndote adiós o mandándote ese beso volado que vale más que nada de lo que se
pueda comprar con dinero porque te sabe a triunfo y te llena el alma de orgullo
y satisfacción de deber cumplido, algo que nadie más comparte, es solo
tuyo.
Por eso ser pediatra es un regalo
precioso de la vida, un chance de compartir lo que más nos gusta hacer
y a la vez disfrutar con nuestros pacientes los
gestos, las experiencias que se guardan con mucha alegría en el corazón- al
igual que las tristezas de lo que no se pudo lograr a pesar que se peleó tanto-,
esos recuerdos nos acompañarán siempre al igual que la gratitud,
las bendiciones, la sonrisa de los padres y sus niños, que hicieron que esta
existencia fuera útil, provechosa, plena y que permiten en días como hoy cuando
nos saludan sentirnos muy afortunados por semejante privilegio: ser
médico de niños y de adolescentes sí, pero sobre todo ser médicos que dan su
mejor empeño y su propio corazón al servicio de ellos, con una sola arma: con
amor y solamente por amor a su arte y ciencia siempre para los más pequeños de
nuestro país.
Gracias por tan lindo comentario Dra. Iliana
Romero Giraldo
COMENTARIO: Muchas veces he pensado que ser pediatra
ha sido cada día vencer un reto enorme, es reinventarse para ser mejor que el
día anterior ..por esa y muchas razones más - que no son motivo hoy para
exponerlas- y que a la vez es mi mayor motivo de orgullo personal ser pediatra;
esta pequeña y apretada nota expresa un poco mi amor por el arte que practico,
porque debo confesar que amo mucho esta carrera, me apasiona mi trabajo y
conozco a muchos colegas del INSN que comparten ese sentir, esa pasión y
amor por la especialidad... a todos ellos y ellas va mi afectuoso , sincero y
respetuoso saludo en un día tan especial; para los que tuve como Maestros va mi
mayor gratitud por sus enseñanzas y generosidad de compartir su conocimiento y
experiencia y a quienes son mis amigos y colegas les doy un fuerte abrazo, mi
mayor consideración y admiración por su trabajo diario ..con todo cariño.
Ily